CANCIONERO HELENO PARA GENTE con SENTIDO FIGURADO
Amor que te hiciste puñal de dos hojas
Michalis Kakogiannis
Amor que te hiciste puñal de doble hoja.
Antaño me dabas solo felicidad.
Mas ahora, mis lágrimas el gozo ahoga.
¡No hay cura en la adversidad!
Llamas ardiendo en sus dos luceros.
En cuanto me mira, el astro se despeña.
¡Apagad la luna! ¡De la luz desprendeos
para que no vislumbre al verme mi pena!
Manos Hatzidakis – Melina Mercuri
El Paladín de Medón
Vincenzo Cornaro
Tras los venablos asomó. Brilló su bello dorso.
Caballo lozano púrpura con caballero hermoso.
Su nombre era Filáreto. Así le habían llamado.
Era valiente y recio, con garbo engalanado.
Era el que regía a Medón, el heredero infante
de mente ilustrado, pensador, altivo y arrogante.
Brillante, dorada y carmesí, su vestidura bella
linda ofrenda de amor de una noble doncella.
Y él en su dorsal su imagen virginal había tatuado
para a su nereida mostrar cuánto la había amado.
Nikos Xidakis– Alcínoo Ioanides
Gógila
Sapfó
Te suplico, Gógila.
Vuelve conmigo.
Con tu manto puesto, blanco inmaculado.
¡Muéstrate, oh hermosa, que de pasión
me envuelves!
¡Y qué alegre me siento! Que no soy yo solo
la que te insiste, sino
nuestra diosa nacida en Chipre,
a quien a cada instante imploro y ruego,
Gógila.
Mientras un ardiente deseo, de mí se adueña.
«Morir en una orilla llena de lotos
y a través del rocío vislumbrar la muerte».
Manos Hatzidakis– Flery Dadonaki
Federico García Lorca
Nikos Kavvadías
Tu bolero de pronto al viento agitaste
y tu encaje de reflejos naranjados.
«Agosto estaba por llegar», pensaste
mientras huían con la turba los cruzados.
Banderas escoltaba la ventisca, lentas.
Zarpaban de la muerte los galeones.
Los niños agarrados al rabillo de las tetas.
Y al sol, el viejo vago bronceaba sus cojones.
El toro de Picasso profundo resoplaba.
En las colmenas, se enrancia la miel.
«Traverso al norte», dijiste. «Ruta enrevesada.
Sigue adelante firme. Y yo a tu lado. Fiel».
Bajo el sol, regocijaban huérfanos los olivos.
Brotaban los crucifijos en la granja.
De noche, quedaban los abrazos desvalidos
cuando te trajeron cautivo en la mortaja.
Mi soberano “zíngaro”, ¿con qué engalanarte?
Traedme el manto púrpura, mauritano y pulcro.
En el cadalso de Kaisarianí , fuimos a velarte,
donde, como mi talla, amplio alzaron tu sepulcro.
Mocitas, desde Dístomo traedle rancio vino.
Y en lomos de la yegua, atarle atravesado.
Cruzad llanuras áridas. Llévenle a su destino
a su amada Córdoba. A su último legado.
En la marisma yace una zambra descarenada.
Enseres que se oxidan frente a gitana cueva.
Vuelan en la dura arena buitres en bandada.
Y siete perros ladran de noche a la caterva.
Thanos Mikroutsikos– Giannis Koutras
Mientras puedas
Konstantinos Kavafis
Y si no eres capaz de hacer con tu vida
lo que desees,
intenta, por lo menos mientras puedas,
no menospreciarla
mezclada entre la muchedumbre,
entre los vaivenes y las diatribas.
No degradarla arrastrándola,
volteándola a veces y exponiéndola
a relaciones y a cortejos
con esa necia cotidianidad
que la transforme a una extraña opresiva.
Giannis Glezos– Alexandros xatzis/Nelli Varvasi
Hermosa ciudad, serás mía.
Giannis Theodorakis
Hermosa ciudad. Voces susurrando.
Calles interminables. Miradas callando.
El astro bruñe sobre los brazos rotos,
sobre montañas y bastidores. Y piélagos remotos.
Serás mía
antes de que la noche aceche.
Y antes de que la pálida farola sus redes eche,
serás mía.
La noche se acerca. Las ventanas selladas.
La noche se extiende. Las calles difuminadas.
Serás mía
antes de que la noche aceche.
Y antes de que la pálida farola sus redes eche,
serás mía
Mikis theodorakis – Banda sonora de Serpico (Lumet/Al Pacino)
La canción de Helena
Nikos Kazantzakis
Helena, alegre y feliz, callaba
en la profunda noche agazapada.
El mito en su argadillo hilando
y a ilusa tierra alejada
con la imaginación soñando
iba a viajar volando.
Y yo, riéndome y llorando
en una playa de mi Creta,
pues mi sombra quedó desierta,
sola a un hombre venerando
en una cama vacía y prieta
y a otro amante valiente deseando.
Brillaba su cejuela altiva
cuan tempranera luna cautiva
al acordarse de su hombre
y del hermoso Paris. ¡Oh, aquel pobre!
Que junto a los otros cayó muerto
por su culpa en aquel lugar desierto.
La respiración de Helena perfumada
como del mar el agua oreada.
Diosa no era en ese cielo vano.
Y a sí misma tal vez se enemistaba
con aquel su corazón ufano
que no le cabía en su mano.
Nikos Mamangkakis– Nena Venechanou
La nana de Mariana
Nicéforo Vrettacos
Astro no me la despiertes.
Céfiro, no le susurres.
No le sonrías, mi ángel.
Y a deshora me la desvelas.
Que ya se ha dormido. Duerme. Duerme
como ramita de almendro.
Remontaré aquella cumbre
a contemplar niña sus andares.
Plumas de pavorreal vestida.
¡Ay, triste y ancho mar amargo!
Duerme. Duerme. Duerme. Duerme.
Ya no la voy a ver jamás.
Cristos Leontís– Aleca Mavili.
Una voz se oye entre voces
Napoleón Lapaciotis
Una luna verde que exceda,
que ilumina en la noche. ¡Y nada queda!
Solo un lamento que suceda
en las entrañas de mi mente. ¡Y nada queda!
Una voz que se siente. Y que enreda.
Y que al instante calla. ¡Y nada queda!
Versado:
Un solo lamento que trascienda
en el abismo de mi mente. ¡Y nada queda!
Allá, a lo lejos una póstuma humareda
de la nave que se aleja. ¡Y nada queda!
Versado:
Entonces, ese lamento llega
en las entrañas de mi mente ¡donde nada
queda!
Giannis Spanos- Kaiti Jomatá
Ninón
Orestes Lascos
Llegó el tiempo en que el cielo,
como trovador con su chelo
triste, se enfundó de nuevo
su tenebroso manto del Medievo.
Tocó una larga pieza de solista
con Liszt de melódico pianista
y acompañante virtuoso el viento
en aquel nocturno su concierto.
Llegó el tiempo en que te estremecía.
Y triste, centelleando, palidecía
la difuminada luz de las farolas.
Entre los charcos de las calles solas,
de los arbustos se oían las ramas
en una noche de oscuros hologramas
tocando armonioso un contralto
de lamentación y sobresalto.
Y al final, Ninón, llegó el tiempo
en que de tanto sufrimiento
quedome en un rincón de infierno
como un despojo en el invierno.
¡Vuelve a mí! Llevo días suplicando
a que a mí te acerques tú llevando
una ofrenda a mi alma tormentosa,
una anémona de mar hermosa.
Dionisis Savópoulos – Sotos Panagópoulos
Noche
Kostas Karyotakis
Los niños en primavera jugando al ocaso.
Un grito alejado.
La brisa con versos en la flor de los labios. ¿Acaso
se acerca susurrando?
Las ventanas abiertas respirando el viento
de mi alcoba vacía.
Un tren que se acerca de un país de cuento
mis sueños vencía.
Las campanas que enmudecen. La noche que cae
sobre la ciudad irremediablemente.
De los rostros humanos, el espejo celeste extrae
mi vida enteramente
Lena Platonos– Sabina Giannatou
Rosas púrpuras
Pavlos Mátesis
Mocita callada asoma por la aldea.
Por el sol y la salumbre atormentada,
la negra mantilla lleva atada
en su cabeza, que ligera balancea.
¿Y qué regalo único me trae, ¡vaya!,
la sirena de la playa?
De sus manos, recogidas mil
rosas púrpuras de abril.
Rosas púrpuras por mí.
De ástride era su mirada,
que ensombrecía al lucero rojo.
Que no me la echen mal de ojo,
pues no lleva de amuleto nada
sino yo, que siempre voy a su favor
para que no pierda su vigor.
En su regazo, escondidas mil
rosas púrpuras de abril.
Rosas púrpuras por mí.
Stavros Xarjakos– Dimitra Galani
Si de ti reniego, amor mío
Danae Stratigopoulou
Si de ti reniego, mi amor.
Que caiga sobre mí la dicha.
Que el cielo me niegue su fulgor.
Del negro sol desdicha.
Si de ti reniego, mi amor.
Repúdienme los amigos.
Que tus caricias sean mi dolor.
Tus besos tristes castigos.
Si reniego de ti, beso la cruz.
Y por el cielo te lo prometo.
Si de ti reniego, mi casta luz.
Que me encuentren muerto.
Mimis Plessas– Kostas Xatzis
Sinfonía del estío
Giannis Ritsos
Tendimos las manos al sol suplicantes.
Cantamos interrumpidamente
como los pájaros a la luz que gorjea
entre las venas de la hierba y de la roca.
¡Ha valido a pena de habernos encontrado!
Amamos la tierra, a los hombres y a las bestias.
A los lagartos, al cielo y a las libélulas.
Formamos todos nosotros un todo
junto al espacio celeste y la tierra.
Tendimos las manos al sol suplicantes.
Y cantamos interrumpidamente.
El sol me llama en su seno. Me invita.
Me siento alegre. Y no me importa lo que dejen
nuestros besos en el tiempo o en el canto.
Giannis Marcópoulos – Babis Garganourakis/Vasiliki Lavina
Te busco
Dora Sitzani
Te busco.
En los mataderos brillantes de la calle.
En los trayectos trastornados.
En estaciones y en los pasadizos.
Te busco.
En las señales de «sin salida». En lo prohibido.
En mis manos vacías.
En la mar que nunca volverá,
pues se cansó de alternar sus colores
para caernos en gracia y así adorarla.
Te busco.
En las descoloridas fotografías viejas
donde apenas puedo reconocerte.
Entre ritmos y entre gritos.
Te busco.
En el espejo donde abandonaste tu rostro.
Y este quedóse agrietado.
Entre el zoco de la muchedumbre alocada
como despojo o divinidad. Entre mi fiebre.
Te busco.
Manos Loizos– Kostas Karras (Dimitra Galani)
Y el viento arrecia
Giorgos Seferis
Y si arrecia, no nos refresca el poniente.
Y las sombras se ciñen bajo los cipreses.
Alrededor se siente el monte alto y su pendiente
Nos pesan los amigos,
que ya ni saben cómo recibir apenas la muerte.
Y aunque sigue arreciando, no nos entona el poniente.
Y las sombras siguen angostas bajo los cipreses.
Y siempre se siente alrededor del monte la pendiente.
Dimos Moutsis– Manolis Mitsias
La mar
Giorgos Seferis
¡La mar! ¿Cómo acabó así la mar?
Y yo, perdido en las montañas
entre luciérnagas, un ciego. ¿Y luego?
En aquella orilla, a esperar
A que lleguen ánimas hurañas,
un naufragio, acaso una balsa de relevo.
¿Cómo la mar puede enquistarse
atravesada por un delfín errante
y, de repente
por un ala de gaviota ensartarse?
Empero, una ola intrigante,
que desde que era mozo intimase
y hasta que era un joven valiente
buscando guijarros mientas bucease
sobre un ritmo ansiado y basculante,
habló por boca de un viejo navegante:
—«Yo soy tu tierra virtual.
Tal vez no soy nadie real,
pero puedo ser tu deseo habitual»
Giannis Marcopulos-Babis Garganurakis
Y UN CLASICO QUE PODRÍA SER GRIEGO
Open the door softly (abre la ventana suavemente)
Brendan Behan- Basilis Rotas (En griego)
Abre con mimo la ventana
y a la ventisca enciérrala fuera.
Millones de lágrimas derramadas.
Ninguna risa. Nunca. Nada de nada.
Fue ese el momento en que la imagen derribóse
y golpeó a tu pobre abuela
cuando silbaba una vieja canción irlandesa:
«A que la pobre vieja Irlanda fue vendida por traidores».
Abre con mimo la ventana.
Ciérrala bien y echa el cerrojo.
Entra. Acuéstate un momento. Luego,
dime dónde. Dime dónde está la trampa.
Mas esos malnacidos, querida mía,
trata no dejar a que te acobarden.
Seremos el león y el unicornio.
Tu rosa adornará mi propia corona.
Entonces, abre con mimo la ventana
y echa bien, por Dios, el cerrojo.
Entra. Acuéstate un poco. Luego
Cuéntame dónde está la trampa.
Mas esos malnacidos, querida mía
trata no dejar a que te acobarden.
Seremos el león y el unicornio.
Tu rosa adornará mi propia corona.
Versado
Abre la puerta suavemente.
Ciérrala bien, que está restallando
Toda mi vida lágrimas derramando.
Mi boca sonreír no siente
Abre la ventana un momento
y déjala, por Dios, algo entornada.
Entra, siéntate y, grada a grada,
te contaré aquel secreto.
«Una vez cayó la imagen sagrada
y dejó a mi abuela inconsciente
mientras silbaba una irlandesa vieja balada
de cómo traidores delataron al dirigente».
Abre la ventana un momento
y déjala, por Dios, algo entornada
Entra, siéntate y, grada a grada,
te contaré aquel secreto.
«…De los bastardos extranjeros aleja
y esconde tus desgracias, querida.
León y unicornio en nuestra guarida
y rosas laurearán en tu cabeza».
Abre la ventana un momento
y déjala, por Dios, algo entornada
Entra, siéntate y, grada a grada,
te contaré aquel secreto.
Mikis Theodorakis- Maria Faranduri