CHANIA:
Hermosa vitalidad en tierra intrépida
No podemos hablar de Chania sin hablar del Porto Veneziano. Para matizar: me refiero tanto al puerto veneciano de la triple herradura de Canea como al singular –permítanme el populismo– hotel del mismo nombre, que domina la esquina izquierda de la dársena medieval. Las habitaciones delanteras –especialmente las que ven hacia el oeste– ofrecen una vista cercana y simple pero a la vez serena y sensual que agasajan el alma, los pensamientos y las tensiones de la vida cotidiana. En el chaflán de la izquierda, se encuentran las seis suites del edificio. La número 10 es la suite Señorial y la 8 la Junior, pero con mejores vistas. Los precios son razonables. El edificio está renovado; el yogur del desayuno es desesperadamente auténtico; y la tsikudiá (raki) de Nectario no tortura las entrañas y es ligero y agradable. El propietario es un entendido del negocio y del lugar. Es atento y servicial y está rodeado de sosiego y de “Agapi”, su mano derecha. El teléfono es el 28210 27100 y el email: hotel@portoveneziano.gr .
Si a pesar de todo esto, alguien se quiere alojar en otro establecimiento de la ciudad con piscina, y cerca de la playa, tiene todo el derecho del mundo. Pero aquí hablaremos sobre Chania y su magia. No sobre los alojamientos disponibles y los caprichos de cada uno. Yo he estado muchas veces en Creta y mi corazón se ha quedado en suspenso sobre esa ciudad. Y desde entonces, cuando quiero visitar Chania –aunque sea en mis sueños–, vuelo hacia allí y la saludo, aunque sea con un simple «buenos días».
La isla en sí es una línea recta en paralelo con la que subraya el mar Egeo. Sus habitantes te cautivan de inmediato. No con lazos adoptivos ni geográficos, sino con su espontaneidad. Espontáneo es también el lugareño, orgulloso y humilde, anárquico a las aburridas reglas de la rutina, emocional y emocionable, abierto y hospitalario. Es una gente hermosa de arisca ternura, devotos de sus costumbres y creencias que contemplan sobrevolando por los siglos el minoico cielo. Con este cuaderno de viajes –que escribo para cada nuevo destino que visito–, nunca he tenido la intención de sustituir la utilidad y exactitud de las guías turísticas, sino que este diario pretendo que sirva como amistosa guía para mis amigos que, igual que hago yo, piden mi opinión cuando la necesitan. Por eso, cuando insisten que les diga cuál es el mejor lugar donde comer en Chania… ¡Mamma Mía! ¿Se ha almorzado mal alguna vez en Creta? ¿No lo dirá en serio? ¿No le gusta el mero, la cherna, el cordero al espeto, los “caltsunis” –empanadillas cretenses– ni los caracoles, señores de Catalunya, tal como los preparan aquí? ¿O las verduras frescas del huerto que huelen a tierra arada? ¿O el raki y el blanco D.O Vilana? Una excelente sopa de pescado en Antigoni, a veinte metros al costado de Porto Veneziano, en el mismo dique. Suficiente para dos personas. Incluso para repetir dos y tres veces. Con unos cuantos “caltsunis” como aperitivo hasta que llegue la inmensa sopera y un buen vino de uva blanca vidiana, el bolsillo quedará bien satisfecho. Pero mejor quedará el paladar. Ahora, hablando de caracoles (χοχλιους) –como los que a mí me gustan–, ¡preparaos! ¡Listos, ya! Nos vamos a Argiroupolis. Sé qué vais a decir. Pero si Argiroupolis pertenece a Rethymno, ¿qué tiene que ver con Chania?
Porque le tengo simpatía y porque me gusta. Y porque está cerca. ¿Cómo no le va a gustar Ítaca a Mesologgi o a Ítaca Kefalonia, verdad? El asentamiento de la antigua Argiroupolis esconde pequeños tesoros y pequeñas pero deliciosas sorpresas culinarias tradicionales. En los alrededores de la aldea, hay dispersos hallazgos de la época clásica y bizantina mezclados con la salvaje belleza pastoral de la zona. Durante el viaje de Chania, en la aldea es imposible imaginarse toda el agua que fluye por las cascadas que cuelgan entre árboles centenarios de follaje denso. La llegada a Argiroupolis es una agradable y fresca sorpresa tras el bochornoso calor de la Creta costera que planea sobre las playas cercanas de Almyrida, Georgioupolis o la animada microplaya del lago Kournás. A pocos metros del pueblo, están los manantiales de Agia Dinamis, camuflados entre docenas de tabernas que ofrecen bajo su sombra la famosa carne de cordero al espeto cretense que los locales prefieren llamar “oftó“. Para aquellos que no lo saben, se trata de una vieja manera milenaria de asar el cordero a la parrilla. En la primera rapsodia de la Ilíada, Homero describe claramente el ritual. Para no prevaricar, os voy a describir a continuación, una de las tabernas. Pero sugeriré que luego cada uno descubra la suya. También os propondré un par de especialidades gastronómicas. Y luego, dejaré que vuestra curiosidad busque más testimonios históricos o míticos asociados con el espacio. Famosísimo es el mito de las cinco vírgenes que se reproduce con iconos en la pequeña homónima iglesia o la participación de la pequeña ciudad del siglo II de la era antigua –llamada Lapa– en la guerra de Lyttos contra Knossos y sus aliados etolios. Volviendo a lo gastronómico –que flota en el pequeño bosque mágico–, y ansiosos a comer caracoles, la taberna más indicada para esto es la del Sr. Antonis Sbirakis, que se llama como los manantiales, Taberna Agia Dynamis. con y griega. Su telefono: 2831081210 y el móvil 6972274308. Nuestro menú incluye de primero caracoles y “caltsounakia” de la casa. Luego, ensalada griega con verduras frescas de los huertos cercanos con queso feta de Asi Gonia. Los carnívoros pueden terminar con “oftó” o las chuletillas de cordero asadas con mucho mimo en las mismas brasas. Los amantes del pescado pueden pescar en los aljibes naturales una trucha brillante y vibrante que prepara el jefe delante tus ojos. Cerraremos nuestro círculo con un poco de sandía fresca enfriada bajo las pequeñas cascadas que brotan de las diez fuentes del manantial. Para ayudar a la digestión, subiremos las escaleras laterales hasta el pueblo dando un paseo hasta la necrópolis. En la primera ruta, encontraremos otra taberna bien conocida que se llama Kastro. Un poco más abajo de donde hemos almorzado, está la taberna Koundourakis. Alguien me ha dicho que se superan haciendo el espeto, sí. Pero, ¿y los caracoles? En el camino de vuelta, al pasar por Alikambos, podemos visitar la bodega de Andreas Dourakis, reciente ganadora de una medalla de oro por su dulce blanco “euphoria”.
Hacerme caso. La C castellana y la K griega son primas hermanas, pero alguna vez hay que decidir por la más guapa. Por eso no me crucifiquéis si las mezclo. Total, Kazantzakis tanto da que se ponga con K o con C. ¿Lo hubo más grande?
«Are you warm?». Rezaba un gran cartel pintado por toda la puerta trasera isotérmica del remolque. Y debajo, te envolvía de calidez la foto de una interminable playa de arena dorada. «Very, very large!». En el mismo instante, la cadena SER estaba anunciando la llegada de un nuevo frente de lluvia que dejaría caer más de treinta litros de agua por metro cuadrado. ¡Qué exageración! «Are you cold?». «Nooooooo. ¡Estoy en Creta!» ¿Conoces Creta? «No está mal tu playa, camionero… Pero, ¿has visto Creta? ¿Has visto Chania? ¿Elafonisi, Gramvousa, Kalathas? ¿Has visto a Anthony Quinn bailando zeïbekiko en Stavrós?» Esta imagen y esta respuesta mental, esta explosión de júbilo, mejor dicho, sucedió una mañana lluviosa de invierno camino al trabajo. Y me viene a la imaginación cada vez que me entra la morriña por Creta y Chania. Y como es mi costumbre saltar de un tema a otro, y ya que hemos mencionado bien temprano Elafonisi, vamos a despertarnos bien pronto para nuestro próximo viaje, igual que hacen los cientos de turistas a diario que ponen rumbo hacia esta playa caribeña de Creta.
No somos de los que se pasan todo el día tumbados sobre una toalla bajo una sombrilla al costado de uno los pocos árboles de la playa. Preferimos combinar el viaje y con un poco más de esfuerzo para disfrutar de dos de las fantásticas playas de la provincia a la vez. Por eso, tomamos la carretera costera hacia Kissamos y pasamos primero por Falassarna. A poder ser, elegimos un día apacible, con menos de tres nudos de viento y así poder disfrutar sin temer a las olas occidentales del mar cretense. Ahí donde intenta unirse con el líbico. Relajados, disfrutamos de un primer chapuzón refrescante y… ¿Qué más? ¿Y después? ¡Ahh! ¡Hemos dicho que iríamos con los turistas, pero no que les imitaríamos en todo y dilapidar nuestro tiempo entre toallas y olor de limón al huevo de las cremas solares factor 80 para pieles bien rojizas y comida a la inglesa en el chiringuito zampando perritos calientes con ketchup! ¿Cómo podemos pasar por alto la antigua ciudad de Falássarna, que se encuentra a 300 metros de la playa soportando durante siglos el caluroso sol cretense? Era el puerto más occidental y más importante de la Creta minoica, así como el más notable de la época helenística. Después de nuestra ofrenda a los antepasados, ya estamos libres para poder disfrutar de Pachia Amos, la playa por excelencia. ¡Con su arena dorada enharinada que refleja la profundidad de las aguas cristalinas! Siempre presente en los calendarios bucólicos anuales alternándose con el adyacente Elafonisi, se incluye cada año entre las diez mejores playas europeas. El par de chiringuitos de la zona se ofrecen para el disfrute de una puesta de sol única bajo la influencia de un raki cretense que –lamento decir– ¡no llega a superar al de Nektarios! ¡Qué le vamos a hacer! Por lo menos les ruego, ¡Proteged a nuestros amigos Daneses que se “acangrejan” bajo el sol mediterráneo…malditos aludes….!
Así que nos guardamos nuestro apetito –tanto físico como mental– para Elafonisi. Y para ser más precisos, refiriéndonos a la necesidad alimenticia, no hace falta llegar a Elafonisi. Nos espera Zefyros justo antes de llegar cara a cara con el convento de la ermita de Chrysoskalitissa. ¡Esta es la propuesta! Como la noche en Creta en julio y agosto cae bastante tarde y la diosa del crepúsculo está vigilante hasta casi las diez, tomamos lápiz y papel y calculamos. Si salimos de Falassarna a la una, podemos llegar a la hora de comer a la taberna Zefyros, entre Kaloudiana y Chrysoskalitissa, tel.: 28220 61250. La escarpada ruta montañosa que vuela por encima de acantilados y playas nos mantendrá estupefactos durante la travesía. Y desde la propia taberna, podemos contemplar de cerca la imponente vista del monasterio que –dicen– guarda en sus entrañas un icono religioso de más de mil años de antigüedad bañado en oro. Desde la taberna, el monasterio y el impresionante paisaje, se despliegan armoniosamente ante nuestros ojos mientras degustamos los deliciosos platos caseros de la señora María. Al horno o a los fogones. Nos gustará todo sin que nuestra economía sufra. Desde “gemistá” –tomates y pimientos rellenos– hasta “pastitsio”–pastel de pasta y carne picada–, pasando por el universal “moussaka”–pastel de berenjenas– y las pitas denominación de origen cretense. El barco amarado en la bahía, que se puede otear desde la terraza, abastece la humilde taberna con el mejor pescado fresco. El vino es correcto sin excelencia. Pero su “tsikoudia”, insuperable. ¡Cuidado con el joven camarero minoico surrealista que os pedirá ser acogido para unas breves vacaciones en vuestra casa al final de la temporada turística! …Y tiene razón, ya que, a pesar de que todos disfrutemos de un día soleado y soñamos sin cesar con estas latitudes, ¡el invierno de Creta es largo y arduo!
En fin. A cinco kilómetros al sur nos espera un paraíso marítimo terrenal. ¡El Elafonisi seductor! Los adjetivos decorativos que ya se han dicho sobre esta única playa en Europa no me permiten añadir más adornos y cumplidos. Además, sobre esto ya tratan –como digo a menudo– las mejores guías turísticas. Nosotros aquí tratamos de ver las cosas con otros ojos, disfrutar de otros placeres, sentir otras emociones, experimentar otros sentimientos, caminando descalzos sobre las poco profundas aguas que deja la marea a desplegarse hacia el atolón, tamizando la arena de color granate que dibuja el agua, bailando entre el azul brillante y el turquesa de la cortina sensual que se refleja en el horizonte. Y después, alrededor de las ocho y treinta y siete minutos, y tras catorce horas y once minutos de sol, al amanecer del treinta y uno de julio con el cuerpo boca abajo encima de la túnica de terciopelo de la tierra cretense, dejamos que nos seduzcan los colores rojizos de la estrella gobernante que camina ligeramente sobre nuestros párpados hasta perderse en el horizonte, ahora envuelto en un púrpura brillante con mechas morenas. Para los románticos incurables que quieren disfrutar de la misma manera de la aurora del día siguiente cuando el astro todopoderoso aumenta su estela asomando por los picos de “los Madares”, siempre queda la posibilidad de pernoctar alquilando económicas habitaciones en los alrededores. Exactamente a las seis y cuarenta y siete minutos, el alba entrará por alguna de sus verdes persianas de madera.
Durante los meses estivales, a Elafonisi, llega un barco con bañistas desde Paleochora, que seguramente puede llevar pasajeros de regreso para los que lo desean. Pero para los amantes de la aventura y el senderismo al aire libre, para los enamorados de la vida pastoral y que dispongan de fuertes piernas… ¡Para estos incurables románticos sugiero la E4!
La E4 es el final de la ruta europea de senderismo que empieza en Portugal y termina en Creta. Después de Kedrodasos, sube, pasa de puntillas por los cedros, baja, pasa por playas y atractivos pueblos errantes como Paleochora, Sougia y Sfakia, por ciudades antiguas y templos como Viena y Lissos y se pierde abandonando las isleñas aldeas en el camino a Zakros. Para ser honestos, una cosa es contarlo y otra, vivirlo. Además, si seguimos esa senda maravillosa, ¿qué haremos con el coche de alquiler que agenciamos? Es por eso que invito a los más valientes a que den una vuelta hasta Kedrodasos y a retornar. ¡Volvamos todos juntos a Chania por la carretera del imponente desfiladero “Topoliotiko”! Porque las noches de verano en la ciudad son exquisitas!
Un simple paseo desde Porto Veneziano (H) hasta el final de la costa Kountourioti mostrará ante los ojos atónitos de los visitantes uno de los rincones más bellos de la ciudad y de toda Grecia. Pocos son aquellos que niegan que Chania sea una de las tres ciudades más bellas de Grecia. Y el puerto veneciano es la corona del olivo que entrona al ganador. Una vez que pones un pie en el muelle y empiezas la caminata, abundan las tentaciones. En la primera parte, en la Costa Enoseos, nos embriagamos con los olores de las tabernas y el ouzo; en la segunda, en la Costa Tompazi, la cultura se funde con el aroma oriental de café y el limón de los cócteles. En la tercera, sobre la peatonal orilla de “Kountourioti”, sobresale la menta, la crema y el suave olor a fruta que acompaña el refrescante helado. Y entre los astilleros venecianos, la vieja aduana, los lujosos yates y los turísticos veleros amarrados al muelle, la mezquita Yali Tzamisi –que sirve como sala de exposiciones– el castillo Firca, el Museo Marítimo… Ahí donde termina el muelle “Tompazi” y empieza aquel de “Kountourioti” empieza la alegre y bulliciosa calle Chalidon. Las “guindas” del hermoso pastel que forma la calle se encuentran una a la derecha (el museo arqueológico) y la otra a la izquierda (la catedral de la ciudad). El museo es simple pero increíblemente seductor y tiene su encanto en el mismo edificio donde se alberga. La catedral debe su atracción a la misma zona que le rodea. El entorno es bullicioso, divertido y romántico a la vez. Pero la calle Chalidon, con sus callejuelas que son el alma del viejo barrio de Stivanadika –barrio de los curtidores–, ofrece además la casa museo de E. Venizelos, la iglesia católica y el museo de folklore. Todo medio escondido en uno de los rincones más fascinantes de esta área. Además de galerías y numerosas tiendas de souvenirs y bares con bebidas refrescantes y helados. A la izquierda, a la derecha y justo detrás de la catedral, en las calles que conformaban lo que se llama hoy Stivanadika, el vaivén de los turistas es continuo. En las tres calles que conectan Karaoli y Dimitriou con la plaza Athenágoras –donde se encuentra la iglesia– hay multitud de viejos edificios en ruinas que han sido reconvertidos en peculiares y populares tabernas. Aparecieron poco a poco como emergidas de la tierra. Y se hicieron tan populares que otras en todos los rincones de la ciudad las imitaron. Lentamente, se han ido multiplicando. Y algunas probaron incluir con éxito el elemento musical en forma de buzukis, guitaras o auténticas liras cretenses. Su éxito se basó más en el romance y en la “inusualidad”; no en la calidad de su comida. Y siendo así, yo preferiría elegir para hoy una de esas tabernas. Muy cerca, en el barrio de “macherádika” (Cuchillerias) en la calle Sifaka, con un bonito patio entre ruinas de muros de tiza. Recomiendo pedir más aperitivos que platos –sin alegaciones especiales– y un buen vino de la casa o un acertado Raki. Luego, dejaos llevar por el placer que transmite el original acompañamiento de dos bouzoukis y una guitarra que, sin coste adicional, sustituirán esta noche el placer culinario. ¿Y quién sabe? Incluso puede ser que Vigo Mortensen esté ahí de nuevo para rodar parte de su película “Las dos caras de enero”. El teléfono de esa taberna singular es: 28210 51582 y 6937151394. Su página web: www.adespotochania.gr. Y ya que hemos recomendado una taberna intelectual -aunque los amigos me consideran un insaciable gourmet minoritario-, vamos a hablar ahora de otras –dos o tres– sorprendentes y exquisitas delicias cretenses.
El primero y mejor es Crisóstomos. No porque se hizo famoso –lo conocemos desde hace tiempo–, sino porque ahí se pueden comer las mejores “Sfakianes Pitas”. Asombrosa excepción, la cantina en la montaña, al costado izquierdo del tercer túnel, en la carretera que se repliega de Imbros a Sfakia, justo encima de un desfiladero de vistas infinitas. Hay que estar atentos para verlo nada más pasar el tercer túnel, a la izquierda. Su joven propietario trae y sirve las pitas que amasa en casa su propia madre. Propongo a los que tengan mente de emprendedor que se animen a comercializarlas mundialmente. Pero volvamos a Crisóstomos, donde con muy poco dinero –en comparación a su gran reputación– vamos a comer maravillosamente. En primer lugar, porque es imposible desprenderse de la barra de pan hecha al horno de leña untándola en el denso aceite de oliva virgen D.O cretense hasta que lleguen el dákos (tomate, queso feta y aceite de oliva virgen sobre tosta de pan duro) las pitas, el “oftó” al horno y los “tsigaristá” (una especie de fritanga local). De entre las ensaladas, escogemos la que lleva “stamnagathi” crudo, (verdura salvaje recogida en el monte). Sus vinos han sido elegidos uno a uno y su raki convidado como en la mayoría de las tabernas de esta isla. El local se encuentra en el llamado triángulo de los sabores. En la calle Deucalión con Icáron. Apuntad el teléfono, nunca sobra: 28 210 57 035.
Si en algún momento te acercas al pintoresco pueblo de Sfakia, especialmente a los valientes de la E4, pregunten por la inabordable taberna primitiva del mismo Crisóstomos.
Nuestra segunda propuesta –igualmente convencional– se llama “la brisa del mar” (en griego, Thalassino ageri). Dista algo del puerto, pero te primará con su pescado fresco entre un ambiente placentero. Si, por el contrario, no deseas alejarte de la más bella herencia veneciana, justo al lado del hotel está la original taberna de Apostólis, donde, dilapidando unas monedas de más y explorando los cajones de hielo picado, podemos encontrar el perfecto mero de nuestra vida. Para la cocción no hay problema. Los cretenses son artesanos asadores. Al escoger el vino, consultad al “frustrado” sumiller que trabaja de camarero. Lo apreciará y te recomendará lo mejor de lo que dispone. “To Karnagio” es otra buena taberna en el puerto veneciano, cerca del hotel. Esta ofrece una sustancial oferta gastronómica cretense, adecuadamente presentada. ¡Pero no dudéis en probar otras opciones! ¡Chania presenta una escena gastronómica muy rica! Yo con sugerir un restaurante, un ouzerí (una taberna) para cada día de la semana de vuestras merecidas vacaciones, ya habré cumplido con mi tarea momentánea de educador culinario cretense. Además, mañana nos espera Akrotíri, con las playas de Kalathas, Stavrós, Lutraki y Marathi.
Lo primero que tenemos que consultar antes de salir hacia las playas es el tiempo. A decir verdad, el estudio del tiempo debe ser nuestra primera preocupación al desayunar por la mañana. Hay una página de tiempo (www.meteosat.gr) con cartas de navegación. Para aquellos que simplemente sepan interpretar las cartas, el éxito de evitar las playas con vientos fuertes está casi asegurado.
En cuanto a nuestro día en Akrotiri, la elección es simple. Si el viento es de este o noreste, abordaremos la playa de Kalatha; si sopla de oeste, a Marathi o a Lutraki. De todos modos, nuestro viaje se iniciará de izquierda a derecha, como las manecillas del reloj. Pero ¿por qué no hacerlo más interesante? Cambiemos los hábitos. Hoy no desayunaremos en el hotel y optamos por una visita mañanera al local de Iordanis para degustar una típica «bougatsa» (empanada dulce rellena de crema y queso ricota cretense o de “pychtogalo”, un tipo de queso cremoso). Con esta delicia, el café nos sabrá a néctar. Iordanis se encuentra en la calle Apokoronos 24 frente al hermoso mercado. Desde ahí mismo, daremos media vuelta para tomar la avenida E. Venizelos, que nos llevará camino al aeropuerto. Pasamos el barrio de Chalepa, las tumbas de Venizelos, y girando a la izquierda, dejaremos atrás las instalaciones de la Universidad Politécnica. Luego, nos dirigimos hacia las pequeñas y cristalinas aguas de la playa de Kalatha. Ya hemos dicho que solo en caso de que los vientos soplen desde el oeste seguiremos el camino. Si no, nos quedaremos para el primen baño de la mañana en la pequeña cala de sólida arena amarilla. Justo en frente hay una pequeña isla rocosa que podemos alcanzar nadando sin ser Johnny Weissmuller. Lo extraño es que en la mayoría de mapas –incluyendo el famoso de Google– ¡no aparece la isla! ¡Mejor! Alguna hada madrina se habrá apiadado de su ninfa y protege una parte de su misterioso encanto. En relación a los dos bares que hay en la cala, nada que comentar -bien eso pasa a las mejores familias-. La próxima parada siguiendo hacia el norte de la pequeña península es la pequeña aldea de Stavrós. Un paisaje extraño, abrupto, sin belleza aparente, pero donde la masculina y mestiza sombra de Anthony Quinn se balancea en un baile fuertemente heleno y varonil que se llama “sirtaki” o “chasapiko”, según se palpan los acordes. Dicho baile ha permanecido en la retina de aquellos que han tenido la suerte de disfrutar de la película Alexis Zorbas, basada en el homónimo libro del titán literario Nikos Kazantzakis. En lo relativo a la gastronomía, sirve el comentario de Kalathás. Nos quedamos con que vean, sientan y lean a Alexis Zorbas para después dirigirnos por la carretera interior hacia el inesperado monasterio veneciano de Agia Triada –Santa Trinidad– de principios del siglo XVI, una joya extraña en medio de este agostado paisaje, un oasis en calma para refrescarse y descansar el espíritu y el cuerpo. De marcado carácter renacentista, y a pesar de las columnas dóricas de la entrada, cuenta con una pequeña capilla en el margen del patio central con un impresionante retablo. En su corredor central, está el “católico” veneciano, como se llama la nao principal de las iglesias bizantinas. Antes de marchar, compramos vino de la cooperativa clerical, aceite y para los devotos…souvenirs.
Tomamos otra vez la dirección hacia el aeropuerto. Y al llegar en el cruce de Anemolylos –que significa ‘molinos de viento’–, giramos a la derecha para llegar a las playas gemelas de Marathi. La playa de arena fina que ocupa la playa del lado derecho es la favorita de los lugareños. Nosotros estamos acostumbrados a ir a la de la izquierda, aunque está esparcida de piedras. Las sombrillas de mimbre nos aportan una visión pacificadora que proyecta la casita blanca que urbaniza el arrecife con un pie sobre olas suaves, asomada a la rocosa punta de la caleta que otea un par de islotes surgidos de la militarizada bahía de Souda. Además, el humilde chiringuito de este lado que hemos descubierto hace años y que regenta la misma familia nos obsequia siempre con un fantástico pulpo secado al sol antes de acabar sobre el vivo y encendido carbón. Y si el joven heredero pescador -de tercera generación- ha tenido suerte en la faena nocturna, sabe secar con igual maestría verdeles o jurel, que acaban con la misma parsimonia sobre las brasas ardientes. Puro sabor para una economía modesta pero pretenciosa. Si nuestros invitados son más sofisticados y prefieren la otra playa, ahí el restaurante de Loucoulos, también es una garantía.
Sea como sea, la cabeza de la recién nacida golondrina –como mi hija ha bautizado a Akrotiri por su forma sobre el mapa– se merece nuestra excursión, porque además está muy cerca de la ciudad de Chania, que hemos escogido pasar la semana más agradable de nuestra vida.
Según la mitología, la ciudad fue construida como Cydonia, islamizada como Al Hanim y bautizada como Chania por los bizantinos. Luego, los venecianos la fortificaron, la revistieron, la amaron y la transformaron en un gigantesco astillero (Neórion) que irradiaba energía bajo su nuevo apellido, ”La Canea”. Con cada transformación, la ciudad sufría, se ponía a prueba, cambiaba de aspecto y de rol, pero nunca abandonaba por completo su fisonomía anterior. De este modo, a lo largo de los años, ha mantenido sus barrios estacionales. Y en cada uno de ellos están esparcidas un par de señas de su pasada identidad. La «turca» Splantzia con el Chiougkar Tzamisi, que compartió con el dominicano San Nicolás. “La judería” Obraikí, con su sinagoga. La heredera bizantina, con dispersas murallas que cercan las entrañas de edificios posteriores. Y la eterna Cydonia, en la que aún se mantiene casi intacta en el corazón del convento franciscano donde se exhibe y persiste el museo arqueológico. Pero sin duda, entre todas sus joyas la más preciada sigue siendo su soberbio “Porto Veneziano”.
La tentación puede hacernos pensar. ¿No será una semana en Chania una exageración? ¡Pero si aún no hemos disfrutado de la mitad de sus excelencias! ¡Ni hemos estado en todas las playas! ¡Ni siquiera hemos ido de compras por las estrechas callejuelas de “Stivanadika” ni visitamos al mercado! ¡No hemos subimos a los dos castillos ni hemos visto las vistas desde la colina de Chalepa! ¡Tampoco hemos cruzado los grandes desfiladeros de la provincia de Chania!
Los tremendos cañones y la aventura de cruzarlos a pie hasta su desembocadura al mar son uno de los principales atractivos de la región. Aunque los más famosos son el de Samariá, que empieza en Omalós y termina en el pintoresco pueblo de Agia Roumeli (una aldea marina entre el mar libio y las montañas blancas); el Topolianó, con sus acantilados insondables; y el de Imbros, en el camino hacia Sfakia y Frangkokasteloson igual de imponentes. El más cercano, accesible, encantador y fácil de andar es el de Thérisos. Está a unos 15 kilómetros de Chania y se puede recorrer con el coche. El mejor momento para disfrutarlo es un poco antes de la puesta de sol. Con el fresco del atardecer y un 4×4 descapotable podemos gozar de los mejores ocho kilómetros de nuestras vacaciones, máxime sabiendo que al final del trayecto nos espera el indomable pueblo de Therissos con sus pictóricas plazas y sus tabernas campestres. La más conocida, “Adartis”, nos espera entre brasas perfumadas con olor a cordero y “síglino”. Vestido de ropa tradicional, el señor Nikos –aunque es más bien decorativo– interpreta intachablemente su rol. Y si no hay jaleo y tiene ganas, te obsequia con una larga charla de acento cretense. Muchos argumentan que, a pesar de ser la taberna más conocida, no es la mejor. Es posible. Yo diría que “Leventogiannis” es probablemente más completa y “Limeri” mantiene un ambiente familiar y su comida es deliciosa. ¡Bien! Con tantas dudas, ¿qué hacemos? Dejamos los desacuerdos. Y ya que somos muchos para opinar, y el 4X4 que disponemos es de largos recorridos, os recomiendo seguir nuestro camino hacia arriba, hasta Zourva. Y ahí detenernos a contemplar los interminables valles de Chania que se ven desde el patio de la taberna de Emilia. El disfrute de los huevos con queso cretense y las pitas de hinojo mientras se va asando el cordero, “según Emilia”, es inigualable. Y como ya me he dado cuenta que la mayoría somos de todo menos escaladores, en vez de subir a los picos blancos es mejor volver hacia Chania desde la carretera que pasa por Meskla y se une con la carretera nacional cerca de Platanias. Ahí se pueden visitar dos de los más extraños y únicos museos: el Museo de la selección nacional de fútbol de Grecia (Galanolefkos Faros) y el Museo de la Ocupación. Para equilibrar la existencia de esos insólitos museos, el vecino pueblo de Kolymvari promovió el Museo de las hierbas y especias de Creta. Es verdaderamente curioso.
Cerramos el capítulo gastronómico recordando que si, a pesar de todas las recomendaciones anteriores, no habéis seguido ninguna –ya sea por falta de tiempo o apetito–, entonces nuestra última oferta culinaria tiene el honor de referirse a otra destacada taberna, auténtica y generosa, a pesar de su reciente fama. Se trata de “Leventis”, en la carretera que va de Platanias a Chania en el pequeño pueblo de Ano Stalos. Tel.: 28 210 68 155. ¡Seguro que ya estáis pensando que me he olvidado de sugerir algunos platos típicos de Creta! «Zapatero a tus zapatos», reza un viejo dicho. Aquí, el “Apáki”, “Kaltsounia” con cebolla –diferentes a los de requesón y espinacas–, caseras salchichas ahumadas, mollejas de cordero y criadillas, feta de la buena, excelente queso “graviéra” (gruyere) con miel o sin miel, “bureki” (hojaldrinas rellenas), o gallo de coral con okra, hecho de una manera ancestral como los Astures hacen su pitu de caleya. Cata litúrgica de aceite de oliva virgen para empezar y de orujo con miel (rakómelo) casero para rematar. Con la comida, podemos elegir vino y Raki producidos en casa, como delata el caldero de bronce que decora la taberna. Esa taberna la encontramos por casualidad hace unos años cuando no era tan famosa mientras dábamos un paseo al atardecer desde Máleme. Y aún mantenemos el olor y el sabor en esa bolsita de los sentidos, en algún lugar entre el olfato y la visión…Pues si queríais un “rosario” culinario pues…
En esta noche, después de tantos manjares y embriagados de tanto vino y Tsikoudiá, ya no cabe nada más que un cafelito en la fresca y acogedora terraza del hotel, justo al lado de las olas. O podemos ir a por una última copa en Koum Kapi, que es donde transcurre la mayoría de la vida post nocturna de la ciudad. Personalmente, quizá por mi propia ignorancia o porque existen múltiples opciones a elegir, no me atrevo a recomendar ningún sitio en particular. Además, yo, que sigo siendo ligeramente “retro” y amante devoto del puerto veneciano, me hubiese quedado en la calle Sarpidonas 8, en el cool y cult “2Loux”, recordando años juveniles de estudiante envuelto en deliciosa música en vivo, suave y seductora. Además, estoy a un centenar de metros de mi cama placentera y habrá que retirarse pronto, ya que mañana nos han invitado a un mini crucero a Gramvousa y Balos.
El barco zarpa desde Kissamos y nos deja lo más cerca posible de la exótica playa, al borde de una laguna mágica cuyos reflejos amenazan la fotometría de nuestros ojos en la distancia corta con sus tonalidades azules y turquesas que se mezclan con profundidades, inmensidades e infinitos. Los sentidos capturan para siempre la electrizante luz del sol que se desparrama sobre las olas llenas de sensaciones y sensualidad. Algunos prefieren hacer el viaje en coche hasta llegar al panorámico precipicio, poco antes de otear esas profundidades de las temblorosas olas de Balos bajo la sombra de una regia fortificación veneciana. Sea como sea, se llama Gramvousa. Este es Balos. Y al que descubra algo igual o equivalente, similar o comparable, relativo o semejante le devolvemos lo pagado por osar entrar sin razón en este paraíso terrenal. Perdonad mi debilidad, pero ya que en mi blog de a bordo no caben más halagos ni piropos, prometo conseguir a través de todos los medios la foto más representativa de Balos y de Gramvousa y colgarla para que todos se hagan cargo de su magia. Si es que alguien la pone en entredicho, claro.
Al final de nuestro peregrinaje por la fascinante provincia cretense, ya que no sé, ni he calculado si hemos cumplido con lo prometido de visitar una playa cada día, comer en una taberna diferente y disfrutar de una sorpresa nueva, sugiero que cerremos con el habitual test de calidad sobre la ciudad más bella de Grecia. ¡Y que nos perdonen las otras pretendientes! Estamos seguros de que Ulises no cambiaría por otra patria a su Ítaca. Pero si esta no existiese, sin duda se enamoraría de Chania ¡O al menos sería una de sus amantes más veneradas! ¡Empecemos!:
-Dos tabernas “peculiares”: la musical “Tamam” con el cabrito enrollado en la calle Zabeliou, 49 y la veneciana “Mylos tou Kerata” en Platanias con barbacoa exponente y flores de calabacín.
-Un pub: “La Sinagoga”, en Ovraiki (el barrio judío), con música de autor en un edificio de ruinas embrujadas.
-Dos cretenses célebres: uno de Chania, Alexis Minotis, y el otro universal, Nikos Kazantzakis.
-Un restaurante italiano reivindicativo es el Cariatis, en la Plaza Katexaki. Auténtico y sencillo.
-Dos bodegas: cata de caldos locales ¡Ευοί-Ευάν! “Nostos”, de Manousakis en Vatolakkos, y Karavitakis en Pontikiana.
-Un alambique de Raki: salvando el de Nectario, está Daskalakis en Vatolakkos Mousouron.
-Dos pueblos únicos: Sfakiá te deja sin palabras. Y Kokkino Chorio (pueblo Rojo) te inunda con las mejores vistas sobre Almyrida.
-Un Ouzeri heterogéneo: el atemporal Koum Kapi, donde además se pueden degustar cafés o copas.
-Dos productos para la despensa: aceite de oliva virgen y el queso graviera. Este último, producido en el pueblo de Tavronitiko.
-Un paisaje desconocido y solitario: alojamiento discreto con excelente taberna en Ravdouja.
-Dos platos típicos de Creta: sepias con espinacas y aceite de oliva virgen. ¡Y la sopa de Antígoni!
-Un poeta casi de Chania: ¡el melancólico y romántico inconformista Costas Karyotakis!
-Dos playas más: en Fragokastello cuando el “livas” está en calma y se han ido los Drosoulites. Y en Sougia si consideráis que el cuerpo desnudo es preeminencia y no diseño de falsa indecencia.
-¡Y una inmortal “mantinada” del Señor Mountakis!:
“Από το γαλάζιο κύμα ξεπετάχτηκες εσύ,
άστρο στην Ανατολή,
Κρήτη λεβεντογεννήτρα.
Γεια σου αθάνατο νησί
μες στο κόσμο ξακουστή,
σεβντάς και πάθη μου,
μεγάλη αγάπη μου”.
“De olas garzas emergiste,
estrella de Oriente.
¡Creta!, que alumbras a valientes.
Yo te saludo, isla inmortal
Ilustre y universal.
Eres mi anhelo y mi pasión,
mi infinito amor”.
PS>
Primero, quiero pedir perdón por todo lo que se me ha olvidado y por todo lo que desconozco de la hermosa ciudad de Chania y su provincia y de todo CRETA por Zeus! Y además dejar un post con ciertos lugares que, a pesar de no conocer bien, me han sido altamente recomendados por amigos de confianza.
- a) Me han hablado maravillas de la playa “Orthi Amos”, cerca de Frangokastello;
- b) Otros, sobre la fiesta de la castaña en Elos, a medio camino de Elafonisi;
c)… y la del tomate, en la aldea de Platanos (allá por Falassarna) con la original taberna del capitán Nicolás;
- d) Mención especial a Casa Delfino y a Qualilty Hotel, en una mansión de más de trescientos años.
Viaje relatado. Publicado en griego por el periódico Aixmi el 29 de julio de 2015.