La Deuda / Το χρεος


Investigando durante años, en los registros venecianos y españoles, la vida y obra del gran navegante y explorador Greco-hispano Juan de Fúca, me sorprendí cuando descubrí con primitiva emoción, que él y mi antepasado y contemporáneo suyo Rodi de Fuca, eran primos hermanos. Después de algunos años, crucé la información con el “Livre d’ Or Ionienne”, de Eugenio Rizos Rangavi. Tal fue mi emoción que sin demora, adopté su nombre, como nombre de autor de mi fallido primer blog. No lo consideré como un apodo, ni un alias, sino como un obligado deber a los antepasados. Porque siempre he pensado, que es deuda imperativa de cada uno, la constante búsqueda de sus orígenes, el contacto endémico con las raíces.

Nuestra fugacidad de la vida, y la inutilidad de lo temporal, hacen del deseo de conocer a nuestros antepasados, una intensa necesidad. Así que por una coincidencia, coincidencia agradable, encontré entre unas viejas páginas, entre lejanas palabras sencillas, a este antepasado mío y de él su antepasado y al antepasado de aquel, que a mediados del siglo XV llegó de Bizancio, para colonizar la entonces importante isla veneciana de Cefalonia, la ancestral capital del reino de Ulises. Y me convertí en su valedor. Escalé hasta su árbol genealógico /que ahora sería el mío propio/, y descolgué la “granada”, que en griego se dice “ródi”, y que a partir de ahora acompañará como mi nuevo nombre, mis escasos logros literarios. Ya qué al mismo tiempo, mi otro yo, se había empeñado en sobrevivir y perseguir el bienestar de la familia… ¡como mejor pudiese!

Y como dice jocosamente mi querida hija Eva, desde entonces… Papá trabaja, Rodi escribe.

 

Investigando durante años, en los registros venecianos y españoles, la vida y obra del gran navegante y explorador Greco-hispano Juan de Fúca, me sorprendí cuando descubrí con primitiva emoción, que él y mi antepasado y contemporáneo suyo Rodi de Fuca, eran primos hermanos. Después de algunos años, crucé la información con el “Livre d’ Or Ionienne”, de Eugenio Rizos Rangavi. Tal fue mi emoción que sin demora, adopté su nombre, como nombre de autor de mi fallido primer blog. No lo consideré como un apodo, ni un alias, sino como un obligado deber a los antepasados. Porque siempre he pensado, que es deuda imperativa de cada uno, la constante búsqueda de sus orígenes, el contacto endémico con las raíces.

Nuestra fugacidad de la vida, y la inutilidad de lo temporal, hacen del deseo de conocer a nuestros antepasados, una intensa necesidad. Así que por una coincidencia, coincidencia agradable, encontré entre unas viejas páginas, entre lejanas palabras sencillas, a este antepasado mío y de él su antepasado y al antepasado de aquel, que a mediados del siglo XV llegó de Bizancio, para colonizar la entonces importante isla veneciana de Cefalonia, la ancestral capital del reino de Ulises. Y me convertí en su valedor. Escalé hasta su árbol genealógico /que ahora sería el mío propio/, y descolgué la “granada”, que en griego se dice “ródi”, y que a partir de ahora acompañará como mi nuevo nombre, mis escasos logros literarios. Ya qué al mismo tiempo, mi otro yo, se había empeñado en sobrevivir y perseguir el bienestar de la familia… ¡como mejor pudiese!

Y como dice jocosamente mi querida hija Eva, desde entonces… Papá trabaja, Rodi escribe.

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