La importancia de llamarse Napoleón


NAPOLEÓN LAPACIÓTIS/ΝΑΠΟΛΕΩΝ ΛΑΠΑΘΙΩΤΗΣ

                                                                     La importancia de llamarse Napoleón

            Los poetas que tienen alma de periodista y viceversa suelen ser más realistas, sometidos, casi ramplones, a veces cínicos. Llamarse Napoleón también ayuda. Sin embargo, él, ingenioso, romántico, agudo, expresionista, evolutivo y hedonista, intentaba romper con todos los moldes, con las controversias familiares y ambientales y sobreponerse a la homofobia y a su trasvase radical de derecha a izquierda, consecuencia del rasgo inconformista e impaciente que emanaba de sus obras. Oscarwildianopero sorprendentemente kavafiano, se arrojaba a veces con precisión, otras con emoción, a las corrientes. Como también ocurre, a veces es arriesgado buscar razones del momento en que la “criatura” aposta la pistola entre los dientes y aprieta el gatillo. Porque para algunos, la homosexualidad y su rechazo no basta. La drogadicción tampoco. La ruina económica y la decadencia, aunque aceptable, no son suficientes. Una patria asediada por el nazismo y a las puertas de una guerra civil, siendo patriota, suma, pero no determina. Pero el “señorito” Napoleón no aguantó ni siquiera su propio declive y su melancolía. ¡Eligió su aniquilación!  Sus pocos amigos que quedaban le dieron sepultura en enero del 44 —en plena Guerra Mundial—, recolectando dracma a dracma para un nicho digno. Aún en Grecia, se escuchan sus poemas cantados por los melódicos de la nueva corriente de los 60’ς

 

Una voz se oye entre voces

 

Una luna verde que exceda,

que ilumina en la noche. ¡Y nada queda!

 

Solo un lamento que suceda

en las entrañas de mi mente. ¡Y nada queda!

 

Una voz que se siente. Y que enreda.

Y que al instante calla. ¡Y nada queda!

 

Versado:

 

Un solo lamento que trascienda

en el abismo de mi mente. ¡Y nada queda!

 

Allá, a lo lejos una póstuma humareda

de la nave que se aleja. ¡Y nada queda!

 

Versado:

 

Entonces, ese lamento llega

en las entrañas de mi mente ¡donde nada

                                                              queda!

 

Soledad

 

Estoy solo. Oscurece. Pienso en vano.

¡Mis manos están tan desesperadas!

¡Mis manos están tan fatigadas!

Las dejo deslizarse sobre el piano.

 

Toco azarosamente algo apetecible,

algo notable, antiguo y plano

Luego interrumpo. Todo es apacible.

Preferiría morirme sereno en el rellano.

 

Tan tristedulcemente…

 

Son tus ojos tan tristes dulcemente

y de mi corazón que está tan afligido

y de tu boca susurrante tiernamente

mirra del cielo y fino rocío ha llovido.

 

Lejos de ti no importa si amanece,

si la aurora acecha por dorados cerros

o si, celeste y cristalina, el alba crece.

Solo me importan, tus húmedos luceros.

 

Noche y día me embriagan con su sed,

mas tengo el alma a fondo entristecida.

Mueren mis anhelos, sombras en la red,

por tu tristeza y por tu sonrisa envejecida.

 

Lágrimas inundan la mirada suspirante,

noches que abrazan lunas quejumbrosas.

Anchos océanos sin luz de nube errante,

solo cerca de ti, mi caballero andante,

alumbran como en la noche las mariposas.

 

Paisaje en invierno

 

Una luna extravagante como una partícula de escarcha,

agostada en siete mares y ahorcada en una jarcha.

 

Un páramo desierto y mudo, más desnudo que una palma,

albergaba un junco viejo de una triste y joven rama.

 

Y una sombra algo extraña, que empezaba a marchitarse,

desde entonces diese vueltas, modo no tiene de calmarse.

 

Brillante, extraña y escarchada, aquella lujuriosa terna

aguardaba y resistía en el frío rudo y esa oscuridad eterna.

 

La Pasión

 

¡Oh, Pasión de amar

que la noche teje!

Dulce es el pesar

cuando de mí al día aleje

 

los momentos brujos

y los pálpitos de hechizo,

los piélagos de dibujos

fuego de amor bebedizo,

 

lleno de sonrisas y penas,

anhelos y escalofríos,

holganza en las venas

y vanos los albedríos…

 

Como los lirios ladean

dejando su último aliento…

Sueños que titubean,

espuma que lleva el viento.

 

Las nubes neblinosas

que el caminante teme

rocío y agua de rosas

que al soplo del viento treme.

 

Resbaladizo resulta todo

caminante, y engañoso.

¿Mas dónde y de qué modo?

¡Oh, se va, se va el amor tedioso!

 

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