MARIA POLYDOURI
Silvestre e insurrecta
María regresó de Paris enferma de tisis. La tuberculosis estaba acabando con lo que había empezado el suicidio de Karyotakis dos años antes en Préveza. Si el amor mata ella ya estaba muerta. Su amante amado ya no existía. En Atenas la esperaba Minos, enamorado a escondidas como siempre. ¡Y en silencio! Había observado su pálida cara corrompida por la enfermedad. Higia, la hija de Asclepio la había abandonado a su suerte. A sus 28 años María Polydouri parecía dos décadas más vieja. La noche había devorado su hermosura y se había acomodado en su alma. En el café “Bágkion” ya no se reunían los amigos y Zótos intentaba recomendarle algunos nuevos. ¡María estaba ausente! No aguantaba más. Quiso morir de la tuberculosis o de melancolía, ¡qué más da! La muchacha de Kalamata no tenía el coraje para perder más tiempo, ni siquiera volver a ver el espigón que la vio nacer, donde, aún espero que les dé de comer a las gatas callejeras, mi amiga Fofó… De esta manera Élla se dejó ir, liberó el aliento en la inmensa capital, mientras Minos se preparaba para volver a Nijori donde le esperaba el sosiego perseverante…
Tus Palabras
Recuerdo… tus confesiones inundarme como resuellos,
oscuridad y viento.
Las palabras desojadas como flores, que me causan aquellos
sufrimientos, como castigo lento.
Ni sombra, ni sueño que desfila solamente,
raudo a la perdición
Nube el amor. Tu voz tiniebla que disemina y vierte
gota a gota la lamentación
Ahora las heridas se infectan de repente en mis adentros.
Los recuerdos, un beso traicionero.
Sonríen, en la oscuridad confusos, mis íntimos momentos
según va creciendo el desespero.
La tristeza del ocaso
Hoy nacieron las rosas del amanecer de igual manera
– púrpuras, sonrosadas, y esplendorosas-,
como cada instante caen suaves sus hojas en la tierra
mientras las contemplo, siempre hermosas.
Y en cada instante absorbo de sus amaneceres
su garbo; mientras con su perfume me embriago.
Hasta de su sigiloso aliento, tardío, y sus placeres
(…me elevo cada día al infinito alegre o aciago).
Aunque casualmente -hoy- pensé, mirando el ocaso
que nuestro amor -alguna vez-podría apagarse acaso.
Y como nacieron del amanecer las rosas de esa manera
– púrpuras, sonrosadas, y esplendorosas-,
y como cada instante caen suaves sus hojas en la tierra
me entristece siempre, mirarlas tan hermosas.
Dos años
Dos años nuestros corazones separados
guardaban un insólito secreto
cada una. ¿No fuere que tuvieses olvidados
los días de nuestro amor? ¿Discreto
no sería hacia mi tu sentimiento?
-Con inquietud pregunto. ¿Quién osa
de saberlo? Mi vida ofrecería y no miento
para gozar de otra vida, más hermosa.
Una vida más bella que fuese suficiente
Tan poco la que llega a ser dichosa
y que me dé tu mano lo que mi alma siente
lo que perdí contigo, caprichosa.
Amor de poeta (disonante)
Poeta, me encontraste en tu camino.
Fui de abril la flor temprana.
La sed de la pasión que escudriña
tu pensamiento y tus labios abrasaba.
Fui la flor temprana -y su capullo-, que
como fuente de intenciones deliraba,
según el corazón de mi inocencia antojaba
tu primorosa ingenua mirada.
Con el pasar del tiempo tu querencia
como si fuese amorosa advertencia
-alma común desde aquellos años mozos-
fue una cándida pasión, ansia tierna
que siente, lamenta, ama y discierna
entre rubor, pesadumbre, y sollozos.
Sueño
Por ti, blancas rosas recogía
por las laderas desfilando.
Y cada uno era una espina
y al abrazarlas me ensartaban.
Aguardaba a que pasases
entre galernas y escarcha
albergando con aquella ofrenda
obsequiarte, emocionada,
la que en mi regazo guardaba.
Y vislumbrando a la distancia
el triste legado de mi alma,
en lágrimas se transformaba.
Entre asombro y desconcierto
la negra noche se acercaba,
mientras triste y sola lamentaba
que no te di lo que ocultaba.
La llamaron mariposa
La llamaron mariposa.
¡Ay qué pena! Una herida, mariposa
que quemó sus hermosas y anchas alas
flanqueando el astro amoroso.
Del amor que es algo más eterno
que la efímera belleza…
Del amor del alma.
A Karyotakis
Los mozos que a la isla árida llegaron junto a ti
pasaban lista, pero tú, faltabas cada noche;
y uno al otro mirándose, con ojos carmesí
se preguntaban con tristeza y sin reproche…
Ínfimas noches te evocaron desde tu soledad
una señal de humo con llamas aguardando,
como un saludo del abismo y de la oscuridad,
allá abrigados de inquietud, cada cual dudando.
Permanecían por su propia tristeza asombrados
sumidos en la fatalidad, en rocas peligrosas…
Mas, de repente, vieron tu señal aún desesperados
y allí empezaron a cantar baladas tenebrosas.
Y llegan cada día -a la isla- los mozos desde fuera
de la vida -en tu vacío espacio- buscando la elegía
-aquella ebonítica, falsa matriz, de una nueva era-.
Inocentes, que de sus ojos caen, lágrimas de alegría.
COSTAS KARYOTAKIS
El escriba de la Prefectura
El arcadio Costas Karyotakis había conocido a María mientras trabajaban en la prefectura de Atenas en 1921. Él, el típico funcionario timorato y huidizo con tendencias suicidas y una herida grave en el corazón por la sífilis -según insistía- para rechazarle y rechazar de paso… ¡su proposición de matrimonio! Además, la vida “ligera” de María le asustaba sin que su amor apasionado pudiese vencer las dudas y los perjuicios… Ante la brecha de lo imposible ella se fugó a Paris a embriagarse en el vaivén del Sena. ¡El otro se trasladó a Préveza para desparramar sus sesos sobre un banco en la húmeda playa de Ambracia con su pieper bayard de nueve milímetros! ¡Él hombre del traje gris pizarra, contaba treinta y dos años y María Polydouri veintiséis y solo le quedaban de vida, otros dos!
Nostalgia
No amas ni recuerdas, enamoras
aunque bebas el aire y suspiras,
te hayas ausente en tus mentiras;
no amas ni recuerdas, ¡lloras!
Dos ojos garzos brillan de repente
reflejos fieles, caricias del pasado.
Aquellos años que yacía atormentado
en tu olvido que agravia y miente.
Bailaremos como lobos miserables
alrededor de tus vetustos recuerdos.
Tus lágrimas despertarán tus miedos
brotando desde fontanas ancestrales.
Dos ojos pálidos, dos soles parpadean;
la escarcha, del sufrido corazón, derritan,
almas que con pasión al miedo quitan,
almas que, por pasión, amor desean.
En el plomizo remoto horizonte
Sobre el plomizo horizonte amada niña languidece:
abandonada por sus gentes que para siempre han partido.
Y yo encerrado en la tristeza -con esa alma que padece-,
La muerte siento por mis venas, con miedo y odio vestido.
Cuando viniste
Como pasiones los crisantemos desfloraban,
al patio, cuando viniste. Con sosiego sonreías
como humilde tallo blanco.
Callado, a mi tristeza -que sombras ocultaban-,
la hice fresco y dulce canto
que sobre tus labios las flores lo cantaban.
Variable y mudable… (es la mujer.)
¡Que traición!
Pasó como
un lucero
de la imaginación.
En vez de religión
milagro superior
juego bondadoso
de vana seducción.
Fiera abandonada
la memoria,
por alejados mundos
nostalgia castigada.
¡Oh! La primorosa
tez de la aurora;
herida ahora
dolorosa.
Siempre mentiras
irradiaban,
tu rostro falso
y tus altivas miras.
Boca vacía
nido de serpientes
tus besos traición
¡y alevosía!