
SACRAS ISLAS EQUÍNADAS (Islote OXIA o NAUSICA) Lugar donde tuvo lugar la batalla naval mal llamada de Lepanto!
¿Acaso son las islitas de Skrofopula de Lepanto? ¿Acaso está en Lepanto la roca ensangrentada? ¿Acaso por error la llamó Lope de Vega la batalla de Las Curzolari?
¿Estará sembrado el fondo del puerto de la bella ciudad dórica con los cadáveres de los aliados? ¿O quizás con los cadáveres de los otomanos? Del Siroco pachá y de Alí. ¿Duermen las galeras al fondo de la ensenada de Lepanto o están sumergidas, podridas y olvidadas, en el fondo del mar que riega las Equínadas, cubierto por los sedimentos de Aquelóo? ¿Acaso este río-Diós Aquelóo se encuentra en Lepanto igualmente? ¿Acaso nos hemos olvidado de toda la historia? ¿Y de qué Lepanto simplemente acogía la armada turca? ¿Que era la base del otomano y su orgullo?
A veces, todos juzgamos injustamente a Agrinio porque amamos profundamente a Mesologgi. ¿No será porque solo Agrinio tiene una calle que se llama “Calle de Equínadas”? ¿Acaso otorgó la Ciudad Sacra esos mismos honores a las Sacras Equínadas? ¿O quizás nos hemos olvidado de que compartimos idéntico apelativo con aquello que el mismísimo Homero las dotó?
Produce como mínimo amargura. Y hasta diría que es un alarde vergonzoso cuando aún muchos compatriotas están convencidos y proponen que no solo dio lugar a la famosa batalla naval en la lejana Lepanto, sino que además tiene la obligación moral y la legalidad la Ciudad Sacra —y hasta esgrimen el deber y compromiso— de otorgar el nombre a una importante avenida o a una insigne plaza de una ciudad que usurpó y que sigue expoliando el nombre de la batalla como Lepanto. Y otra tanta amargura aún más penosa produce la pasividad y la inercia de los propios ciudadanos de nuestro municipio. Desde las Oiniadas hasta la capital y desde las más remotas aldeas hasta las autoridades municipales y los gobernantes. Y así dejamos la distorsionada historia que siga avanzando engañada. Y encima, humillados no solo soportamos la injusticia, sino que la regamos para que florezca aún más, que eche raíces, que crezca monstruosamente poniendo nuestro sello y rúbrica con nuestro dedo sobre el mapa para fanfarronear quizás de que un día, una vez, hemos dotado a la Ciudad Sacra con una plaza gloriosa o con una ancha avenida con el nombre de una batalla inexistente como tal y no con el nombre de aquellas islas que la hicieron su tumba y su lecho. El lecho que la vio nacer, la glorificó. Y le robaron el nombre con tal sutileza que todavía hoy nosotros mismos lo consideramos lícito y correctamente designado. ¡Qué pena!
¿¡Acaso una vez más nos quedaremos con las manos cruzadas!?
Y una pequeña anotación
En el Maquiavelismo, la continua utilización de la mentira debía de analizarse y valorarse fuera de la perspectiva de la deontología para que se extraiga de ella una irrebatible utilidad: la manipulación de la sociedad.
O como decía el gran escritor colombiano Gabriel García Márquez:
“Una mentira es más cómoda que la duda, más útil que el amor, más duradera que la verdad”
Como siempre, una delicia leerte.
Bona nit.