UN VIAJE YA SIN MASCARILLA. (Epílogo) BASADO EN HECHOS REALES e IRREALES


Día 0. En algún lugar en medio del Mediterráneo camino a Roma…

Azul ovalado

          Elegí una junior suite en el “Cruise Roma” para no molestar a mis hadas del bosque. Y para que se lo pasaran de cine juntas en su propia cabina. Al final, se apropiaron de la suite, y yo no supe qué cama elegir de las tres individuales que contenía su camarote… Eso por imprudente. ¡Y algún tonto de bote cuestionó que la mujer es igual o superior al hombre!

 

          Día IV. Corfú también es el Jónico.

     Antes de la llegada a un puerto griego, hay que enviar un formulario con tus datos, el itinerario con estancias y fechas del viaje, una declaración de que no tienes Covid ni intención de tenerlo y esperar a que casi al desembarco te llegue un número de referencia que llaman QR. Si empieza por 1 o 3, te practican la PCR. Si empieza por 2, te libras. Los policías portuarios que en Grecia es un cuerpo peculiar e independiente, pues no son ni policías de verdad, ni militares, ni guardias de seguridad ni guardacostas —o sí, a esos es a los que más se asemejan—, fueron asombrosamente amables por el embrujo que desprende Evita o porque la amenaza del virus consiguió por fin aplacar las maldades y hacernos más susceptibles y corteses.

     —Καλημέρα, señor. ¿Puedo ver sus QR´s?

     —Claro.

1281486984 First name: EVA

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     Las nuevas tecnologías permiten llevarte toda tu vida pasada, presente y futura en un “aparatejo” de apenas diez centímetros y ciento veinticinco gramos. Algunos lo llaman “celular”, probablemente porque está hecho de la misma materia que el humano. En unos años, los cuadernos serán objetos de coleccionistas. El sistema de los QR se había vuelto loco y nos envió dos mensajes por separado. En uno, nuestros números empezaban por 1. En el otro por 2. Eso ya no era aleatorio. Era un error absoluto. Habrá que tener cuidado en el futuro, pues ningún aparato electrónico es capaz de emitir latidos como los corazones. Su repiqueteo siempre será metálico. Elegí a dos voluntarios, descartando por supuesto a Evita.

     —El mío es este. Empieza por uno.

     Habría que añadir otra “víctima” para aquello de las isobaras.

     —Y este por uno también. Esos otros, por dos.

     —Muy bien, Sr. Uds. dos tendrán que hacerse la PCR. La niña y la Sta., que se queden esperando. Puede aparcar cerca de la entrada.

     Era justo repartirnos las pruebas. Viajando y conviviendo tanto tiempo juntos, si alguien llevaba en su mochila a aquel indeseable huésped, los demás lo llevarían también.

     El larguirucho y flaco λιμενικός nos llevó a la cola donde esperaban una docena de guiris su turno para pasar la PCR. Se acercó primero a las dos funcionarias que rellenaban los formularios y luego al doctor que se encargaba de tomar las muestras. Recogió dos ejemplares y nos los trajo. Nos indicó lo que teníamos que poner y se volvió a la funcionaria de la mesita de la izquierda.

     —Señorita, cuando lo rellenen, por favor, mire si está todo correcto y páseles con el doctor. Ya lo he hablado con él.

Luego, se volvió a los agraviados guiris.

Corfú es griega

    —Hay una niña esperando en el coche. No es porque sean griegos, es por la niña.

     Y se marchó orgulloso. Por griego y por buena persona.

 

PD: El segundo día de nuestra estancia en la isla —ya lo conté—, la policía urbana de Corfú, injustamente nos sustrajo las placas de la matrícula de nuestro coche, que está al nombre de la niña, por una denuncia rocambolesca de algún descerebrado. No por mala persona, sino por griego.

 

    Día X. En algún lugar en medio del Jónico besando a Ítaca camino a Atenas…

Ulises de nuevo enamorado

     ¡ODISEO DE NUEVO ENAMORADO! Ha sido concebido un nuevo y alegórico verso para un nuevo e inesperado poemario. Me había enamorado de una higuera tempranera, las haditas se prendaron del cristal de las aguas de color aguamarina casi verde y Evita, de la mirada que emitía, un gran ramo de rosas rojas flotando en el abra de los cormoranes.

 

   Días XX. Atenas. Visitas comerciales en tiempos de cólera.

          —Buenos días. Ayer les envié un email pidiendo una cita con el responsable del Dto. Técnico. No me han contestado.

     —Hasta nuevas, no recibimos visitas, Sr.

     Y colgó el teléfono de mala manera, como si yo tuviese la culpa de la pandemia. De las pandemias por todo el mundo. Por las pandemias de todos los tiempos. Durante los días siguientes, se repetía lo mismo en cada cinco de seis emails, en cada cinco de seis llamadas. Habría que poner en funcionamiento el ingenio heleno. Evoqué a Diógenes y le consulté. Me dijo «¡No les escondas el sol, déjales salir a la intemperie!».

     —Buenos días. ¿Me puede pasar a fulanito, por favor?

     —¿De parte de quién?

     —De un amigo suyo. Es personal.

     —Un momento.

     Después del típico rato de espera en que él o ella se lima dos uñas más de la mano izquierda esperando a que se cumpla el protocolo… No por él o por ella, sino porque así se lo han exigido los cerebritos del coaching empresarial moderno. «Hay que hacer como que lo estás consultando, para que no se crean que estamos desesperados con ponernos al teléfono, bajar a recepción o acudir a la sala de reuniones…». Pues después de este obligatorio silencio…

     —Le paso, Sr.

     …

     —Buenos días, Nicolás. ¿Qué tal estás?

     —Hola. ¡Qué sorpresa! Me alegro de oírte… Pero, sabes… Por el maldito Covid…

     —Sí, me hago cargo. Solo llamaba por si te apetecía invitarte a unos mezés y unas copas de vino en…

     —¡Encantado! ¿A qué hora?

Invitaciones

     Durante los días siguientes, se repetía lo mismo en cada cinco de seis llamadas. Hubo que poner en funcionamiento el ingenio heleno. Diógenes ya no me da lecciones. Les atraje a todos a la intemperie y bajo un sol abrasador que se escondía bajo las lonas de “Psarú” conseguí un porcentaje impensable de visitas “campestres” en tiempos de Covid.

     Con algunas consecuencias también impensables. Recuperar los kilos que había fulminado durante cuatro meses de confinamiento estricto, catar todos los varietales de vinos blancos griegos de última generación —por lo que Baco estaría celoso por la eternidad y un día— y gastarme el sueldo de dos meses sacrificándolo al altar del aprovechamiento vírico o viral. ¡Pueden elegir el término!

 

     Día XXX. En algún lugar rodeando el golfo Crisaio camino a la Laguna…

          Hicimos los cuatro unas pruebas de anticuerpos por precaución en un laboratorio de Atenas antes de acercarnos al día del ferry, no fuera que nos quedásemos aislados en algún lugar desértico de Epiro. ¡Recibimos los resultados —negativos— en 15 minutos!

36 horas antes de coger el ferry desde Igumenitsa a Brindisi, ya los tres nos hicimos la PCR molecular en un laboratorio privado de Mesologgi. Recibimos los resultados —esperadamente negativos— 27 horas después por email, WhatsApp y Messenger y en inglés, aunque los policías catetos de la ciudad de la DellÁtte ni lo dominan ni lo huelen. Los necios sabuesos tienen otras intenciones…

     El contraste, —pésimo contraste— es que la mayoría de las informaciones que nos llegan de nuestra España es que las PCR´s tardan en salir hasta cinco días. ¿Algo haremos mal?

Ferrys

     ¿Cómo se puede desembarcar en un puerto de España como Barcelona procedente de Italia sin que nadie te reciba en el muelle ni para entregarte un ramito de violetas, ni para ver si llevas tabaco de más ni para saludarte afectuosamente, ni siquiera para proponerte una maldita prueba de PCR? ¡El único rastreador que adivino en este mi país del alma es aquel perro del anuncio! ¡¡¡Que encima es virtual!!…Rastreaaaator…

 

          Día XXXI. La pinacoteca de Paraskevás.

Libertad o muerte. ¡Éxodos!

          El corazón de Paraskevás se quedó estampado en la moqueta de la pinacoteca de Mesologgi cuando en 1995, intentando levantar un pésimo cuadro del “éxodos” de 1826, se le escapó del pecho y se clavó en el suelo. Ahí sigue quedando la estampa. ¡Lo juro! Quien visite la pinacoteca de Mesologgi, la verá impresa sobre la moqueta del primer piso, intacta después de veinticinco años. Paraskevás se pasó por el forro todo el protocolo y amenizó a Chifae con las dos banderas de la revolución contra los otomanos y luego la erigió de alcaldesa virtual sentándola en el sillón del alcalde de la ciudad sacra. Quedan estas demostraciones ilustrativas para demostrarlo.

     —Es por venganza —nos dijo—. No me han pagado los últimos salarios y no pienso seguir haciendo el idiota eligiendo a los visitantes por su condición. Yo fui τζόβενο a los dieciséis y Chief Stuart a los veinte, pero me casé con una del lugar y me quedé aquí de guía en esta pinacoteca, que más bien es el sepulcro museístico de Lord Byron.

     —Oye —le susurró a Chifae con complicidad—. Hay un guiri merodeando. Tú esperas. Y nada más verle subir al primer piso lejos de tu alcance, tú disparas. Luego, cuando él baje, corres arriba y sacas fotos y vídeos a los que tú quieras. Ven. Ponte al lado de tu padre para ver cómo gira la vista esa pintura de Delacroix. Y eso que según los gabachos es una copia…

     —Ya lo veo. Y lo veo genial. Pero Sr. Paraskevás, no es mi padre.

     —No discutas. Mira esa escena. Este es un alumno de Delacroix. Mira el filo de la espada. La madre, ha matado al niño y ahora va directo a su corazón, para no caer en manos de los infieles. Date la vuelta. Avanza poco a poco. ¿Ves la trayectoria de la espada? Ahora ponte al lado de tu abuelo.

     —¡Impresionante, Sr.! Cuando vas avanzando, ves al niño reclinando los ojos hasta verlo muerto. Pero, Sr. No es mi abuelo.

     —¿No os lo decía? Ahora venga, Sr. Venga, que le voy a indicar otra cosa. Póngase al lado de su… ¿Qué es? ¿Su nieta? ¿Su hija?

     —Soy su…tío. Tranquilo.

     —Comprenderá que después de cuarenta y seis años hablando de Lord Byron y sin aún saber si era hombre o si estuvo casado de verdad con Ana Isabel, si se enamoró de Teresa Makrí o de Nicoló, puedo confundirme de las apariciones. Pues como le decía, poneros en este ángulo para ver cómo cambia la mirada de este personaje. Tú, hija, ponte al lado de tu… padre.

     Bajamos las escaleras enmoquetadas, anotamos en el cuaderno de visitas algo bonito por ese viejo gruñón y despistado y nos embadurnamos las manos y los codos con gel con aroma a limón. Paraskevás se quedó en el rellano intentando convencer a dos parejas de turistas que ya había acabado su turno y que se dirigiesen al alcalde para convencerle que le pagase los retrasos si querían que les guiase. Solo le quedaban cuatro meses para la jubilación…

          

     Día XLVI. En algún lugar en medio del Mediterráneo oeste camino a Barcelona…

Llévanos de vuelta, porfa

          Me dormí con una pesadilla, en la cabina disabled para tres que nos proporcionaron, y me desperté con la misma. ¡¿Y si cambiamos de rumbo y nos volvemos a Cefalonia?! Iberia huele a chamuscado… Nunca aprenderemos. Por ello, Don Quijote se volvió majara. Lo nuestro es incomprensible. Necesitamos un “Quinto milenio”. Llegamos desnudos a casa…

 

     Día XLVII. Ayuntamiento de algún lugar cerca la playa de Les Coves dels Gegants…

          —Buenos días. Necesitaría un certificado actualizado de convivencia.

     La funcionaria malhumorada y atemorizada por la falta de distancia de seguridad, levantó la mirada y preguntó con voz afilada e indiscreta:

     —¿Para qué uso?

     —¿Es obligatorio ponerlo?

     —Hay que poner una referencia.

     —Aduanero.

     —¿Aduanero?

     —Dijiste que ponga una referencia, no que fuera razonable. Solo quiero tener un nuevo certificado de convivencia por si acaso, ahora que ha entrado un nuevo huésped en nuestro hogar.

     —¿Entonces el certificado no es para Ud.?

     —¡Ahh, no!

     —¿A qué nombre expido el certificado pues?

¡El huésped!

     —¡Covid!

     —¿Covid a secas?

     —Perdón. ¡Covid-19!

     —¡Primero habrá que inscribirle en el censo!

 

Día XLIX. A posteriori…

¡Qué dolor! Animo amigo

     Un maldito medicán —así parece que vamos a conocer a los huracanes del Mediterráneo a partir de ahora— azotó y castigó injustamente a mi amada isla y a mi amada costa de enfrente. ¡Qué dolor! ¡Y qué rabia! Poseidón, este cabrío barbudo y odioso que no aprende ni por viejo, parece que se enojó treinta y tantos siglos después de la Mnistirofonía de Ulises y se lo hizo pagar a sus descendientes. Un paisaje de desolación y espuma recorre los medios de comunicación impresos y virtuales. ¿Tantas maldades habrá cometido Ulises que aún están castigando los dioses a su isla con terremotos, huracanes y tragedias? ¿O es por celo? Por envidia. ¿Quién podría aguantar tanta belleza? ¿Y Atenea? ¿Dónde está La Palada protectora? Creo que definitivamente la tienen secuestrada los atenienses. Es la consecuencia de la centralización del poder supremo… Y humano.

 

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