Conversaciones con mi abuelo
Lunes día uno.
- Pues…
- Pues nada.
¿Y después?
- Ay, no sé, no sé cuándo.
- ¿Y tú?
- En el otro bando…
- ¿Así sin más?
- Así se hacía.
- ¿Seguir a ciegas los demás?
- ¡Y qué! ¿No es lo mismo?
- Uy… ¡Qué valor!
que cómodo paralelismo.
- … y Aquello y lo otro
todos tuvieron que elegir.
– Y tú con el fusil al hombro…
¿Y luego?
– Que sabes tú…
– Yo no me ciego,
os han usado como marionetas.
– ¿Y ellos que?
– ¡Están llenando las cunetas!
– No digo eso,
digo…, ¡también mataron!
– Lo confieso,
…sin embargo
– No hay escusas, vale lo mismo
la casual muerte o por encargo.
Martes día dos.
– … Sin embargo, a nadie es grato…
– ¿Qué no es grato?
– Saber que fue cómplice de asesinato!
– El mismo cuento…
– Di que lo sientes.
– Lo lamento.
– Lamentas qué,
haber matado?
– A ti yo no te ataqué…
– Lo siento.
– Yo no quería…
– ¡Otro cuento!
– Nadie quería.
– La misma escusa
¡que porquería!
– ¿Porque no preguntas
a tu otro abuelo?
– No me confundas.
– Estuvo también él batallando.
– No lo sabía…
– Si, en el otro bando.
– ¿Buscas escusas?
– Comparaciones…
– De que le acusas?
– Del mismo delito.
– Pues se lo digo
– Uy, ¡no es angelito!
Miércoles día tres. (…con el abuelo materno)
– Et tu, Brute?
– ¿Y eso de qué va?
– ¡Óyeme y discute!
– Hijo estoy descansando…
– Primero confiesa
¿de qué bando?
– ¿De que bando duermo
o hacia dónde cargo?
– ¡No seas blasfemo!
– Los rojos somos más “Brutos”.
– Me dijeron que falsos,
…y hablando de “atributos” …
– ¡Falsos nunca!
– ¿Habéis tenido “valor”
dar un tiro en la nuca?
– ¿Te refieres en la guerra?
– O después. O antes…
– Defendimos la tierra.
– Quieres decir, ¿matando?
– Quiero decir, luchando,
… ¡y por el justo bando!
– ¿Porqué lo hiciste?
– Para que seas libre.
– Y nunca me lo dijiste…
– No es que lo tenga orgullo…
– Tampoco el otro…
– Yo, del “Otro” y su discurso, ¡huyo!
Jueves día cuatro.
– Pues, ya es la hora.
– ¿Pa´ qué? Pa´ nada.
– ¿Eso piensas ahora?
– Y siempre…
– ¡Pero te enrolaste!
¿Temías oponerte?
– Cómo todos.
– Insensatos, belicosos,
rabiosos y beodos…
– Y tú, que harías
– No participaría.
– ¿Morir preferirías?
– ¿Porque elegir la muerte?
– Hay muchas formas de morir,
buscando la suerte.
– Y, ¿el dialogo? El voto…
– En ese mundo opresor
todos buscan la foto.
– ¿Entonces, la diferencia?
– ¿Entre yo y el “otro”?
– Pues sí. Una referencia…
– “Él” sale en la portada.
– No logro entender…
– Afina la mirada…
– No me cuesta prenda…
– Pues fíjate con atención,
yo salgo en la leyenda…
– Pues, ¡hay dedicatoria!
– Si y dice: La reivindicatoria
resulta aleatoria…
Viernes día cinco. (…con el abuelo materno y con el “otro”)
– ¿Qué significa todo eso?
– Preguntar, saber…
– ¿de lo suceso…?
– Lo sucedido… ha prescrito.
– Hace décadas, ya no…
– basta ya, ¡está -todo- escrito!
– ¡Es como un rio,
de dos orillas…
– ¡maldiciones! Ahora ya, somos un trio.
… de malhechores
que, por callarse,
esconderíamos males peores.
– ¿Alguien osado?
– ¿Para qué?
– reconocer su siniestro lado…
– ¡Ambos! Sí.
– Así que los dos confesos…
– Yo no lo niego, él, otrosí.
– Y yo, que voy a contarle
a mi hijo, y mi nieto…
– Primero hay que engendrarle.
– No os burléis…
– Es en lo único que estamos juntos.
– En eso, ¿que yo sé?, apestáis, y mal oléis
– ¡No es para tanto!
– Yo nunca ofendería al semejante…
– Pues… ¡elija bando!
Sábado, diecisiete mil y trescientos días después. (…con mi nieto que ya tiene veinte años)
– Abuelo, tú ¿qué opinas?
– Yo no sé de nada,
prefiero paz. Rehúyo las minas.
– Y, ¿el dialogo? El voto…
– En ese mundo opresor
todos buscan la foto.
– Eso no es tuyo, parece robado.
– ¡Ya! Era del otro…
– Pues sabio era y delicado.
– Cambian las eras…
– No las ideas.
– como prefieras…
– Eres tú quien tiene que escoger…
– ¿El bando?
– Siempre a tu justo parecer.
– Yo no soy justo
– Ni delicado…
– No quiero que por nada, llevarme un susto.
– Nunca es por nada.
– Y, ¿quién lo dicta?
¿La muchedumbre, el gentío, la manada?
– El pueblo. Siempre es soberano
– A mí no me la dan así,
soy veterano…
– ¡Te obligaran a elegir!
– Me negaré…
– Pues, olvida el puesto. No te van a reelegir…
Domingo, diecinueve mil más ciento veinte, después… (…con mis dos nietos)
– Te vemos solo…
– Como me habéis dejado.
– Abuelo, ¡se te ha ido el bolo!
– Gracias, hijo.
– No quería faltarte el respeto…
– Tranquilo, tu padre ya lo predijo.
Y tú, ¿que, eres el heredero?
– no me pongas al mismo cesto…
– ¡Claro! Por cicatero.
– ¡Eso es resquemor!
– ¿Recelo? ¿Pa qué? ¿Por vos?
Solo proceso amor…
– Pero tomas partido.
– Estoy cansado…
– Sí, pero tu favor no es dividido.
– ¿Cómo? si en familia, también haya bandos…
– Pues, sí en ambos lados.
– ¿Eres el duro, o de los blandos?
– Esto no es parodia…
– Lo sé, te lo juro,
ni a ti ni al otro, nadie os odia.
– Lo sé abuelo, siempre la liamos,
y aunque -sintiéndolo-, lo intentamos,
…¡nos odiamos!
– Pues…
- Pues nada.
¿Y después?…
R d F